
La referencia más antigua que se tiene sobre la existencia de cuidados cosméticos en el pelo nos remite a Egipto, donde se empezaron a realizar los cambios más significativos en cuanto a la cosmética capilar.
En esa nación tan grandiosa culturalmente, el pueblo como ocurría en muchos otros se pelaba la cabeza, aunque no así los sacerdotes y los miembros de la elite gobernante, que se dedicaba a cuidar su cabello jugando con diferentes peinados y tonalidades. Las pelucas también tuvieron su auge, y predominaban las tradicionales de pelo lacio, con flequillo, cortado muy parejo en un largo que llegaba a los hombros.
Pero otro gran aporte de los egipcios fue en cuanto a la coloración, ya que descubrieron la utilidad de la henna, que les permitió obtener colores rojizos y caobas.
Grecia

Los peinados tenían muchos detalles, de los que tenemos referencia gracias a las estatuas, que nos muestran mechones cortos que rodeaban la frente, o melenas largas recogidas y mucho, pero mucho, movimiento expresado a través de la ondulación del pelo (en esto, los griegos se diferenciaron bastante de los egipcios).
Por primera vez, aparecen las escuelas de peluquería. Sin embargo, eran los esclavos los encargados de mantener lo más hermosamente posible esas cabezas, tan pensantes como coquetas.
Roma

Así fue que también adopó el concepto de la belleza física y, por ende, la preocupació por ver cómo lucían sus cabellos.
Un impacto para las mujeres romanas ocurrió cuando vieron a las cautivas que trajo Julio César de las Galias, quienes lucían unos hermosos cabellos rubios, a los que quisieron imitar. A partir de allí, se realizaron muchas pruebas para aclarar el tono del pelo, predominando el compuesto de sebo de cabra y ceniza de haya, pese a que no resultaba demasiado saludable para el castigado cabello.
Los peinados fueron variando, y esto es natural teniendo en cuenta la larga duración del imperio romando y la influencia que fue recibiendo al contacto con los diferentes pueblos que iba conquistando. De todas maneras, se pueden agrupar los más habituales como el cabello rodeando la cabeza, la melena con rulos y el cabello recogido y trenzado.
Ya en esta época, se practicaba la peluquería en forma permanente, surgiendo especialidades según qué se realizara: peinado, color, postizos, etc.
Edad Media (del siglo V al siglo XV)

Poco avanzó durante la Edad Media lo que sería, luego, la poderosa industria de la belleza. Como la actitud era muy recatada (es la época de los cinturos de castidad, de las Cruzadas y los caballeros), las mujeres se limitaban a usar sus cabellos con una sencilla raya al medio, y con trenzas -muchas veces postizas que rodeaban sus cabezas. No se buscaba demasiado el cambio en el color del pelo porque no era muy bien visto. Además, existía la costumbre de usar túnicas que cubrieran totalmente la cabeza, lo que también impidió un desarrollo considerable de la peluquería en esa época.
Renacimiento (del siglo XV hasta el siglo XVIII)

A diferencia de la Edad Media, en el Renacimiento las cabelleras femeninas comienzan a ser el centro de la creatividad de los peluqueros que "juegan" con ella con peinados mucho más sofisticados y numerosos accesorios: redecillas, coronas, trenzas postizas, joyas entrelazadas. También, la cosmética facial toma un impulso importante, y son numerosas las cremas y los ungüentos, muchos de los cuales son traídos de países lejanos.
Por primera vez, se puede hablar de una moda bastante extendida por Europa, y que es impuesta por las venecianas: el gusto por el pelo rojo, se extiende sorprendentemente fuera de Italia. Para conseguir ese tono se realizaban mezclas de sulfuro negro, miel y alumbre. Luego, los cabellos eran expuestos al sol para que actuara la mezcla sobre los mismos.
Pero no sólo se limitaron a este color. La mujer ya podía elegir, según sus gustos, entre otras tonalidades: el rubio ceniza, el "hilo de oro" (uno de los más codiciados), y el azafrán.
Siglos XVII y XVIII

Las exigencias de los hombres y mujeres franceses son tan grandes con sus peinados que es en esta época cuando el arte de la peluquería adquiere un gran impulso.
Se imponen las famosas pelucas blancas, que iban acompañadas de accesorios complicadísimos que incluían hasta maquetas, difíciles de transportar a la hora de trasladarse de un lugar a otro. Con una mezcla de talco y almidón, estas pelucas se empolvaban para que lucieran lo más blancas posibles, y para enrularlas, los peluqueros entrollaban sus mechas en cilindros que calentaban en hornos de panadería. Así nace la permanente en caliente. Este método no se podia utilizar en el cabello natural, que quedaba oculto bajo esos postizos inseparales.
Siglo XIX

En 1789 se produce la Revolución Francesa, por lo que este período posterior a ese gran acontecimiento, estará regido por su filosofía, que destacaba la sencillez, en contraposición a las costumbres nobles que despreciaban los revolucionarios.
Así es que la larga tradición de las pelucas es dejada completamente de lado, empezando todos a lucir su pelo natural. Pero surge algo que conmocionará, también, a la peluquería y es el agua oxigenada (1867), mucho menos agresiva de lo que se venía usando desde los antiguos griegos.
Los peluqueros incrementan las visitas a domiclio, como forma de trabajo.
Siglo XX

Nacen, definitivamente, los salones. En los primeros años, el pelo a lo garçon para la mujer fue una gran característica, y esto se debió a que ella necesitaba estar cómoda, peinarse rápidamente, ya que, gracias a la revolución industrial, la mujer se había incorporado al mercado del trabajo, y no tenía tanto tiempo para el arreglo personal.
Luego, el pelo creció un poco, con ondas hermosas, rulos profundos o cabelleras lacias, para las muejres, según el gusto. En el caso de los hombres ocurre una cosa muy novedosa: después de haber sufrido dos guerras mundiales en las que el estilo militar impuso la forma de cortarse el pelo a la "media americana" (estilo soldado), se encuentra que en los años 60 y 70, con el surgimiento de los Beatles y los hippies, logran liberarse de los cortes rígidos y dejan crecer su cabellera hasta obtener cabellos largos, antes impensados en ellos.
Ahora, en el inicio del siglo XXI

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